jueves, 31 de agosto de 2017
El héroe de Malvinas, el coscoíno, Capitán (PM) Omar Jesús Castillo, nacía hace 64 años
El Capitán (PM) Omar Jesús Castillo, nació el 31 de agosto de 1953, en Cosquín, Cordoba y Fallecio el día 30 de Mayo de 1982 a bordo de su A-4C Skyhawk en misión de ataque al portaaviones HMS Invincible, esta misión quedo en la historia de la aviación mundial como la mas riesgosa y audaz, considerada la más significativa en su tipo desde la Segunda Guerra Mundial.
Su avión fue derribado por un misil aproximadamente a 2 kilómetros del objetivo, sin posibilidades de eyección, su cuerpo descansa en el Atlántico Sur.
A continuación se detalla esta increíble misión, Extraído del libro "Halcones sobre Malvinas” del Capitán Pablo Marcos Rafael Carballo.
“El relato a continuación refleja el testimonio de los dos pilotos sobrevivientes y el de los pilotos de los Sue (Super Etendard)
La "Operación Invincible"
El día 29 de mayo de 1982, la 2da Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque recibió la orden de preparar una misión de ataque a un blanco que estaba ubicado a 80 millas al Este deMalvinas, exactamente en el radial 090°. Se pensaba que allí se encontraba el portaaviones “HMS Invincible".
Luego del hundimiento del "Atlantic Conveyor", quedaba sólo un Exocet AM-39. La oportunidad, esta vez era para la pareja formada por el Capitán de Corbeta Alejandro Francisco y el Teniente de Navío Luis Collavino.
Un compromiso de carácter operativo no les permitía a los británicos alejar los portaaviones más allá de las 100 millas de las zonas de combate, debido a que el radio de acción del Harrier (incluida las maniobras en el aire) no superaba esa distancia. Ellos necesitaban aviones que despegaran, volaran hacia el objetivo, estuvieran en el aire durante un tiempo y regresaran, les era imprescindible tener "presencia en el aire".
Durante la mañana del día 29, Francisco y Collavino, con la ayuda del resto de la escuadrilla se dedicaron a ultimar algunos detalles de la misión.
En primer lugar, se determinó el horario, teniendo en cuenta que hasta ese momento los Súper Etendard habían operado siempre en las últimas horas de la tarde; por ello se buscaría una hora atípica, preferentemente a la mañana o, a más tardar, al mediodía.
En segundo lugar, y para poder hacer un arco y alcanzar el blanco por el Este, cosa totalmente improbable desde toda lógica, tendrían que realizar un doble reaprovisionamiento en vuelo. Si en la segunda oportunidad surgían inconvenientes, los aviones podrían regresar a su base, sin cumplir la misión.
No iba a ser la primera vez que aparecieran problemas en la maniobra del reaprovisionamiento; existen muchas variables que hacen que el método no siempre sea seguro. Además, la misión obligaba que los aviones tanques se desplazaran muy hacia el Este, con todos los riesgos que ello implicaba. Para evitar la detección de los Hércules por parte de algún piquete enemigo y que este diera la alarma ante la evidencia del reaprovisionamiento de una misión por el Sudeste, se solicitó que los tanques no realizaran una ruta directa desde Río Gallegos hasta el punto de encuentro con los Súper Etendard, sino que se pegaran al continente y luego siguieran una ruta casi idéntica a la de los aviones atacantes.
A mediodía todo estaba listo. En cuanto recibieran la confirmación de la hora de los encuentros con los Hércules , despegarían.
En la sala de prevuelo Francisco y Collavino esperaban el momento de la partida. Pero por razones de tiempo, la misión fue suspendida, ya que se trataba de un ataque sumamente complejo, que implicaba coordinación muy detallada a las que había que dedicarles su tiempo. Tendrían que compatibilizar perfiles de vuelo de aviones diferentes, y además, disponer de otro avión tanque para el doble reaprovisionamiento.
A partir de ese momento, los pilotos comenzaron a ajustar una serie de detalles, considerando que el vuelo, al que se sumarían los cuatro cazabombarderos A-4C "Skyhawk" de la Fuerza Aérea, se realizaría al día siguiente.
Durante una reunión que se había realizado en la mañana del día 29, en San Julián, el Comandante del Escuadrón de los A-4C de la Fuerza Aérea reunió, en su despacho, a todos los jefes de escuadrillas, para hacerles conocer la existencia de la misión contra el portaaviones británico.
Los cuatro aviones luego del lanzamiento del Exocet por parte de uno de los Súper Etendard, continuarían para pasar sobre el blanco y bombardearlo, tratando de penetrar la barrera defensiva que siempre forman los buques que protegen a los portaaviones. Una barrera que generalmente, es muy difícil de atravesar.
Por ello, el riesgo que corrían era altísimo, más aun por que el ataque tendrían que realizarlo en aguas abiertas, donde la capacidad de detección por parte del enemigo era total y anticipada como para que los sistemas de armas tuvieran tiempo suficiente para reaccionar con eficiencia.
Cuando el Comandante finalizó su exposición, hizo un breve silencio: pausadamente, y por primera vez en la historia de la F.A.A. y sin poder ocultar la emoción propia por el momento que estaba viviendo, preguntó quienes deseaban, voluntariamente, tomar parte en el ataque.
Un nuevo silencio envolvió a los presentes.
- Señor, solicito autorización para participar.
El Primer Teniente Ernesto Rubén Ureta se había puesto de pie.
Casi al mismo tiempo se levantó el Primer Teniente José Vázquez
- Señor yo también quiero ir.
- Bien - respondió el Comandante - Ustedes designarán a los otros dos pilotos.
Así lo hicieron. Entre los restantes oficiales del escuadrón, eligieron al Primer Teniente Omar Jesús Castillo y al Alférez Gerardo Guillermo Isaac.
El domingo 30 amaneció como era habitual en Río Grande: nublado, muy frío, y con escarcha por todos lados.
La sala de prevuelo, desde muy temprano, registraba una intensa actividad. Francisco, Collavino y prácticamente todos los demás integrantes de la Escuadrilla, se reunieron con los pilotos de la Fuerza Aérea que participarían de la misión. Juntos realizaron la coordinación final, dejando sentada la importancia de la discreción y acomodando el perfil de vuelo de los A-4C al de los Súper Etendard.
- ¿Qué harán si alguno de sus aviones regresa por fallas? - le preguntó Francisco a Vázquez, que era el líder de la escuadrilla de la Fuerza Aérea.
- en ese caso continuarán los otros tres.
Francisco volvió a preguntar:
- ¿Y si un segundo avión tiene que regresar?
- Seguirán los otros dos. Sólo se anulará la misión, por nuestra parte, por supuesto, si fallan tres máquinas. Ir con un solo avión no tiene ningún sentido.
Por un momento todos se callaron. Si para los Súper Etendard ese ataque, por sus características era muy riesgoso, mas lo era para los pilotos de los A-4C que, si bien eran voluntarios, no desconocían el tremendo riesgo que corrían. Las órdenes que tenían era atacar el blanco en el que impactara el Exocet, fuera cual fuere; se suponía que ese buque iba a estar más indefenso que otro que estuviera intacto. Era la única manera de aumentar las posibilidades de hundir al "Invincible", en caso de que el misil pegara en el portaaviones.
Alrededor de las 12:30 hs Francisco recibió la autorización de la torre de control de Río Grande. Un poco más atrás y a su derecha, Collavino esperaba que su líder despegara primero, para hacerlo él segundos después.
Francisco aceleró hasta un ochenta por ciento de la potencia de la turbina, soltó los frenos y el Súper Etendard, con el último Exocet AM-39 disponible, comenzó su carrera de despegue.
Aproximadamente unos cinco minutos después, uno tras otro fueron despegando los A-4C. Como los Súper Etendard, ascendieron a 12.000 pies y pusieron rumbo Sudeste.
Luego de volar durante cincuenta minutos con una meteorología mas que aceptable, los Súper Etendard llegaron al punto donde estaban esperando los dos Hércules.
Sin inconvenientes completaron la carga de combustible y permitieron que los A-4C hicieran lo propio.
Lo novedoso de esa misión era, tal vez, la forma de reabastecerse: para aumentar el radio de acción se había decidido que los seis aparatos volaran junto a los aviones tanques, turnándose para chupar combustible durante casi 300 km. La maniobra se realizó perfectamente. Todo marchaba según lo previsto.
A partir de allí los aviones pusieron rumbo Este, para llegar al sitio de mayor alejamiento y realizar un segundo reaprovisionamiento.
Cargados "a full", los aparatos se alejaron de los Hércules y adoptaron la formación de ataque: los dos Súper Etendard adelante separados una milla uno de otro; detrás de cada Súper Etendard, dos Skyhawk.
Comenzaron a cumplir el perfil de descenso. Estaban completando el rodeo de las naves británicas, que en ese momento estaba a su izquierda; pronto se encontraron volando rasante sobre un mar encrespado, cuyas olas salpicaban los parabrisas y formaban pequeñas manchas de sal en ellos.
Los requerimientos de silencio absoluto de radio y disciplina se cumplían estrictamente.
Francisco miró su carta, que llevaba doblada en la rodilla derecha: según los cálculos y la información recibida el portaaviones se encontraba a más o menos 300 kilómetros de distancia.
Mientras tanto, los chubascos aislados eran, por momentos de tanta intensidad que hasta podían aparecer en la pantalla del radar.
Y así ocurrió. Cuando los dos Súper Etendard ascendieron para emitir con los radares, vieron muchos ecos dispersos.
De inmediato descendieron y continuaron con el vuelo rasante. Una milla mas adelante treparon nuevamente y emitieron. Collavino acercó su mirada a la pantalla, para distinguir mejor: tenía un eco aparentemente verdadero. En ese instante, escuchó en su auricular la voz de Francisco:
- ¡Lo tengo, lo tengo enganchado!
Collavino también detectó el mismo eco y exclamó, entusiasmado:
- ¡Yo también lo tengo enganchado!
-¡Veinte millas al frente! ¡En la proa!
¡Lanzo misil! - dijo Francisco, y apretó el botón de disparo.
El avión de Francisco se sacudió.
Collavino y los pilotos de los Skyhawk observaron como el misil se desprendía del Súper Etendard, cayó dos o tres metros y cuando parecía que iba a chocar contra el agua, encendió su motor y comenzó a volar, ya estabilizado, a ras del agua, dejando una estela de humo blanco producto de los gases de combustión.
Una vez más, el misil había sido lanzado en excelentes condiciones de tiro y una distancia que aseguraba el impacto en un blanco perfectamente destacado por los sistemas de los Súper Etendard.
De inmediato, los dos aviones navales viraron a la izquierda y se alejaron para regresar a la base.
Lanzado a unas 24 millas naúticas del blanco, el exocet demoraría aproximadamente 109 segundos en llegar al objetivo, mientras que esa distancia para los A-4C significarían 153 segundos pero ya sin la sorpresa inicial, es decir enfrentando a las defensas antiaereas de los buques.
Los cuatro aviones de la FAA habían seguido la estela del Exocet, en su camino hacia el blanco, pero como el misil desarrollaba mucha mayor velocidad, pronto lo perdieron de vista, a pesar de que la visibilidad era buena y alcanzaba a un poco mas de 15 km.
Vázquez que era el líder de la escuadrilla, hizo una seña a sus numerales para que cerraran la formación.
Los aparatos configurados con tres bombas de 250 kilogramos cada uno, se fueron acercando velozmente al objetivo, en vuelo bien rasante: apenas 12 métros los separaban del agua.
De pronto, a lo lejos apareció una mancha oscura, borrosa por el efecto de la bruma. No había dudas ahí estaba, inexplicablemente solo, sin otros barcos cercanos. Había llegado el momento de verse frente a frente con uno de los buques mas buscados de la Task Force.
Poco a poco, la figura inconfundible del portaaviones se fue haciendo mas clara, mas nítida: la cubierta ligeramente curvada hacia arriba en el sector de la proa; la "isla" (conjunto de construcciones ubicado sobre la cubierta de los portaaviones y desplazado hacia un costado de la misma ) desplazada hacia la banda de estribor. El barco navegaba a muy poca velocidad. Algo les llamó la atención: desde la base de la "isla" salía una densa columna de humo cuyo tamaño iba en aumento. Rápidamente se dieron cuenta que era la prueba indudable de que el Exocet había impactado. El humo negro salía desde el centro de la superestructura y por debajo de la pista de vuelo, como si el Exocet hubiera hecho impacto entre la línea de flotación y la cubierta. No observó fuego. No había llamas, pero surgían negros borbotones de humo- la isla -rematada hacia delante y hacia atrás por las 2 bochas blancas de los radomos de proa y de popa.
Cuando los pilotos llegaron a unos 12 km. del blanco, pusieron la máxima potencia a sus motores y se prepararon para la aproximación final. A la izquierda volaban Vázquez y Castillo, y a la derecha, Ureta e Isaac.
En ese momento, un misil que nadie vio llegar, impactó en el avión de Vázquez, que estalló a 8 kilómetros del blanco.
Tratando de dominar la angustia y la impresión que les había causado la inesperada muerte de su líder, los tres pilotos continuaron con su vuelo.
El blanco estaba a unos dos kilómetros. Ya casi lo iban a "saltar" para descargar las bombas cuando una nueva explosión los sorprendió, era el avión de Castillo que también explotaba y prácticamente se desintegraba en el aire. Las máquinas de Ureta y de Isaac se sacudieron debido a la onda expansiva.
Los misiles disparados desde algún buque desde el sector oeste, impactaron en los dos aviones que volaban a la izquierda de la formación.
Ureta apretó con rabia el disparador de sus cañones y levanto su avión, lanzando la carga y cruzando al portaaviones de popa a proa, en un ángulo de 30° respecto del eje de la nave.
Por su parte, Isaac tiró también con sus cañones, arrojó las bombas y cruzó a la nave cuando está estaba totalmente cubierta de humo. Para evitar llevarse por delante la torre, tiró hacia la derecha y, planchándose al agua, comenzó a efectuar maniobras evasivas, mientras tomaba el rumbo de escape.
A medida que se alejaba, pudo observar que el portaaviones había quedado totalmente oculto detrás de capas de humo negro.
Así, volaron, separados, durante unos kilómetros, bien rasante y en absoluto silencio de radio.
A lo lejos, un poco a su derecha, un punto parecía agrandarse. Si, era el avión de Ureta que lo había visto y estaba reduciendo su velocidad.
- Isaac vamos a la nodriza - dijo refiriéndose al avión tanque.
-Si, señor, comprendido.
Las palabras estaban de mas. Habían logrado llegar hasta el portaaviones, impactado en él y estaban regresando a casa. Pero habían perdido para siempre a dos amigos.
Aproximadamente a 70 km. del punto en que debían encontrarse, con el avión tanque, los dos Skyhawk ascendieron abandonando la navegación rasante.
Los 2 KC-130 aguardaban a unos 5.000 metros de altura, en una zona donde, afortunadamente había buen tiempo.
Uno de los miembros de la tripulación del Hércules KC-130, intrigado por saber el resultado de la misión, interroga a través de gestos a Isaac, quien le contesta:
-"¡Lo hicimos mierda!"
Luego de cargar combustible pusieron rumbo a Río Grande. Ya llevaban tres horas desde el despegue y todavía les quedaba aproximadamente otra hora de vuelo.
Ureta aterrizó en primer término; segundos después lo hizo Isaac. Entre los pilotos que esperaban el arribo, estaban Francisco y Collavino, que recién habían aterrizado y que sintieron la muerte de Vázquez y de Castillo como si hubieran sido compañeros de toda la vida.
Ureta e Isaac se abrazaron, llorando, con algunos camaradas, librando toda la tensión acumulada. Lentamente fueron caminando hacia los oficiales de la base donde, por separado brindaron un detallado informe del ataque, algo muy importante, pues habían tenido la oportunidad de pasar sobre el objetivo y realizar los lanzamientos.
De acuerdo con los datos que fueron aportando, se efectuó un análisis de la silueta de los buques ingleses, una especie de "identi-kit".
De esa manera describieron la salida del Exocet, la silueta del blanco y la salida de humo desde este, con la certeza de que se trataba del impacto del misil.
Ureta explicó que había cruzado a la nave desde popa y hacia la mura de estribor, afirmando que logró buena puntería. Con exactitud describió al portaaviones, sus dos chimeneas, su "isla" grande, la distancia de separación de ésta con respecto al eje central del buque, los radomos de color claro, la popa chata.
Todo coincidió en que se trataba del "Invincible" y no del "Hermes".
La información que brindó Isaac fue similar a la de Ureta. Como éste, cuando se le mostró una serie de siluetas de distintos barcos, no dudó: "este es el que atacamos", expresó refiriéndose al "Invincible".
Al día siguiente de la misión, con el radar de Malvinas, se efectuó el control del PAC de Harrier que se venía haciendo desde tiempo atrás: la actividad aérea británica había disminuido considerablemente”.
Naves participantes:
Super Etendard - 2do Esc. Aeronaval Caza y Ataque (ARA) (2)
A-4C Skyhawk - IV Brigada Aérea (FAA) (4)
Hercules C-130 - I Brigada Aérea (FAA) (2)
El Teniente Omar Jesús Castillo Fue declarado "Héroe Nacional" por el Senado y la Cámara de Diputados de la Nación Argentina por Ley 24.950 del 18 de marzo de 1998, a los efectos que estos Héroes perduren en la memoria y conciencia histórica de las generaciones venideras.
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